ESCUELA DE ALBURES . Diplomado de Albures Finos


Periódico La razón. De México

Escuela de albures
By Gil Gamés
2012-04-25T07:00:21Z
Gil Gamés
Gil se enteró leyendo su periódico Reforma: existe en Tepito un Diplomado de Albures Finos que ofrece la Galería José María Velasco del Instituto Nacional de Bellas Artes. Lourdes Ruiz, actual campeona de albures es la principal instructora. Para ella, el albur no se trata de un intercambio de leperadas sino de un ajedrez mental. Dice Lulú: “Nuestra lengua es muy rica con y sin albur. No comprendemos que hay que estirar y exprimir… las palabras”. Rápida, la Lulú, un descuido y empiezan los estiramientos. No exageremos la nota, el albur ofrece siempre un doble sentido cuyo fondo devela una imagen sexual. Sin sexo sugerido (si-se-su), no hay albures.

Ciertamente se requiere agilidad mental y un toque creativo para alburear, pero tampoco se trata de un ajedrez; de ser así, las primarias y las secundarias estarían repletas de Fischers y Spaskis, grandes campeones del ajedrez. Gilga pasó por la gran escuela de albures: la educación básica. Un maestro del sexto de primaria les decía a los alumnos, entre los que se contaba Gamés, que había tres obras en el teatro: una de amor, otra de guerra y una más de carácter social, una novela de la Revolución: “Bésame mucho”, “El Rifle” y “Los de Abajo”. ¿Quieren ver las tres? Esos eran maestros y no pedazos, pero no nos desviemos.

El cronista tepiteño Alfonso Hernández afirma que “la escuela de albures es una reivindicación de la picardía mexicana pues cuando perdemos el habla popular, ya estamos siendo dominados”. Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: ¿dominados por quién? ¿por la Real Academia?, ¿por la Academia de la Lengua? Gamés coincide en que el albur proviene de una raíz popular, pero tampoco lo encumbremos como lengua de resistencia, no empecemos; si son divertidos, para qué convertir esa combinación de sentidos (idos-idos) en un arma cargada de futuro.

Cuando Gil puso un pie en el primero de secundaria, los alumnos mayores le preguntaron si ya había comprado el libro de texto de Literatura Universal: El llanto del cíclope enamorado. Así debutó Gilga en el mundo serio del albur. ¿Cómo la ven?

Lourdes Ruiz: “Mi abuelo vivía con nosotros y yo siempre le decía: abuelito, ¿te sirvo tu lechita? Y el me contestaba: No, mejor sácame un ratito al sol”. Pas mal.

El templo mayor del albur al que asistió Gil fue el baño de la Escuela Secundaria Número 32, José María Morelos y Pavón. ¿Qué si vas a ver al Cardenal Gasdás? El que no se ponía aguzado corría peligros mayores: Allá te espera el Sargento Cabas. A unos hermanos Santillana les pusieron apodos inolvidables que Gil aún recuerda: Don Amedas y Don Itarrasco. Doña Lourdes (sin albur) no ha dicho que el contenido de los albures rara vez escapa a la vida masculina y al linchamiento de los homosexuales.
Comuníqueme con el Licenciado Bucio al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Licenciado: que por favor vaya a todas las escuelas de la República Mexicana, se le informa que en todas ellas se dicen albures, hay discriminación y algo de maltrato. Además, Gil les recuerda que no es lo mismo Anita súbete a la hamaca que súbete a la macanita.

Gamés llevará a la Escuela de Albures, cuatro de sus mejores recuerdos, todos traídos del pasado y del baño de hombres de la secundaria pública. Son duros pero así era la cosa (no empiecen): 1). En mejores tepalcates he frito mi longaniza. 2). Dime entonces, mi Pocahontas, ¿cuándo matamos el osito a puñaladas? 3). Se me hace que les gusta la Cocacola en rebanadas. 4). Si vas de viaje, tómale una foto al pájaro quema Marías.
Por cierto, Gil los espera en San Jasmeo. Habrá fiestota.
Un albur tímido abrió la puerta del ático y espetó: “Al mal paso, darle guerber”.

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