EL URBANO


Es bien sabido por todos que los hay en los centros comerciales, fuera de Bloomingdales, en Central Park, al terminar la cuadra, debajo de todos los semáforos, en las panaderías, en algunas escuelas y hasta algunos perdidos en el pavimento ahogados en infortunio. Todos sabemos que ninguno de ellos es el real, el verdadero es el único que trabaja todo el año en los confines del hielo. Algunos lo llaman Santa, otros Papá, Santo y muchas versiones más pero siempre viste igual y siempre alegre cruza los cielos con un ho!hoho! que todos identifican y que muchos esperan con ansia. Esta decembrina, es especial, se unirá un nuevo Santa a las filas del rojo y blanco. Él aun no lo sabe y ni idea tiene de ello, cada año es uno especial, uno muy diferente a todos los demás, el Patrón lo llama "El Urbano"
 
El Urbano anda de periodista, de comiquiero y hasta cineasta los fines de semana, a todos nos parece que estudió Ciencias de la Comunicación, esos están relocos dice mi Patrón, pero son los que todos los años escriben su carta y esperan hasta el último primer fin de enero para quitar su zapato de la ventana. El Urbano, esconde su pinito cuando hay visitas,aun siente algo de pena por creer, pero como ya no hay más visitas, siempre hay un frondoso árbol que mira majestuoso por la ventana presumiendo su nueva joyería, si supiera que es moda de ya varios años lo que cuelga de sus ramas que si se lo dijeran, poco le importaría, de eso estoy seguro. Siempre que llega El Urbano, un poco de agua para su pino y para su gato y para él, un buen trago de agua mineral, con ron y un par de hielos, como buen escritor que intenta ser. A él no le va a llegar una carta de reclutamiento como a los demás, ni llegará el Patrón a decírselo con el pretexto que se averió una de las llantas de sus renos en la azotea de la casa. Nada de eso. Él será el nuevo y primer miembro de la nueva escuadrilla. Estará a su cargo aquellos que siempre escriben su carta, claro, a aquellos de buen escribir y correcta ortografía, a todos aquellos que creen en las imágenes en movimiento, a todos ellos que se acurrucan con sus sueños y no los dejan escapar. Aquellos locos valientes capaces de capturar sus pensamientos. A esos temerarios corsarios llenos de temple que se adentran en la intimidad sin temor al fracaso ni el rechazo.
 
El Urbano, después de varios correos enviados llegó uno en particular que inquietó su estatismo clavado a la silla plana que tenía para trabajar. Comenzó a llamar por teléfono, teclear varios recados en las redes sociales, por celular, en papelitos autoadhesivos, había hablado con tanta gente como en ningún otro día del año. Una época especial. Al cabo de la semana junto con el del mes, nadie contestó los correos, las líneas de teléfono misteriosamente cambiaron de un día para el otro, ya no vive aquí, aquí no es. Los autoadhesivos se perdieron y en las redes sociales era más relevante el video de un borracho bailarín, no pudo enojarse por ello, pues era gracioso, tristemente gracioso el alcoholismo en la Internet. Después de ese fin de temporada, las luces del Pino ya no encendieron. Su ordenador personal se quedaba prendido toda la noche, en cualquier momento podía llegar cualquier mensaje, y en efecto llegó, "todo puede pasar en navidad" Tomó sus llaves, abrió su cartera y con una sonrisa salió de su casa. Claro, no antes de encender las luces de su árbol de navidad. Siempre fiel a su chamarra tomó el primer autobús que pasó por la esquina y extrañamente era el autobús correcto. Llegó al Centro Comercial y ahí estaba ese simpático Santa, llevaba ya dos años en servicio y siempre alegre. Ya en la tienda departamental, entró al supermercado y tomó dos botellas de whisky, un par de películas del botadero especial, siempre hay inmensos tesoros que pocos saben valorar, y antes de tomar de nuevo el autobús, claro después de pagar, entró a una de las grandes librerías de la plaza, un par de novelas, y otro par de cuentos.
 
Todos lo ven extraño en el autobús, yo creía que era su gastada chamarra o los agujeros de su pantalón, siempre fiel a su ropa. Sin duda, era ver de nuevo a un rockero de a de veras, de esos gruncheros reales, y no por su ropa o su cabello, algo hay en él. Se bajó apresurado y en una pequeña casa de sencilla pero elegante fachada tocó el timbre. Al cabo de un instante la puerta abrió y con gran felicidad lo recibieron. Era la casa de dos escritores, de poetas, de cineastas, de guionistas de esos relocos que dice el Patrón. Ambos se entristecieron de las noticias de los correos negados, de los teléfonos colgados y de los autoadhesivos perdidos. Pero un milagro de navidad podría llegar, y al no poder esperar su llegada lo hicieron realidad, un trío de vasos, un batallón de hielos, las interminables cuencas de refresco y agua mineral llegaron a la mesa para acompañar al whisky junto conlos locos soñadores guerreros de ultramar. Los libros,los cuentos, las películas siempre acompañadas de un abrazo y un ¡Feliz Navidad!
 
Aun no terminaban con las películas, ni con los hielos, ni con las botellas de whisky cuando Él partió con una sonrisa y con un dejo de anhelo en su andar, el milagro de navidad había ocurrido. Y para continuar con la suerte, un último camión en la esquina esperando para llevarlo de regreso a su hogar.
 
Él viaja en camión urbano y en la víspera de noche buena, siempre se escucha un exquisito y alegre tintinear en su bolsa que acompaña otro saco lleno de sueños de corsarios para el deleite de los demás. Él, es el Santa Urbano, el que lleva regalos, letras, películas y whisky a quienes escriben sus cartas sin garriatas de ortografía, a los que sueñan y plasman sueños en fotografías móviles, a los que relatan, a los cuentistas, novelistas, a los periodistas y todos los locos favoritos de el Patrón. Los que siempre creen en la magia y nunca la dejan morir.
 
Él es el Santa Urbano y aun no lo sabe...

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